DEBUTA DANIELA LIEBMAN EN EL CARNEGIE HALL DE NUEVA YORK
Domingo, 27 de octubre de 2013. El otoño ya se siente en Nueva York. La gente va abrigada en las calles, los árboles comienzan a mudar sus hojas y aunque aún predomina el verdor en su follaje, saben que no pasará mucho antes de vestirse de tonos amarillos y rojos para en seguida dar paso por completo al invierno. En el 881 de la 7ª avenida, el Carnegie Hall que ha recibido en sus entresijos a figuras como Tchaikovsky, Dvorak y Mahler, entre muchos conspicuos más, abre las puertas del otrora “Main Hall”, ahora “Isaac Stern Auditorium”, a los convidados de esta soleada tarde. La Park Avenue Chamber Symphony y su director David Bernard abren el programa con la obertura Carnaval, de Antonin Dvorak, seguida por el Concierto para Violín y Orquesta en Re mayor de Johannes Brahms. Tras una muy destacada participación del joven Jourdan Urbach al violín, vino el intermedio. Mientras los asistentes comentaban en los pasillos y algunos tomaban sus bebidas, en el camerino 2A se preparaba Daniela, de 11 años de edad, originaria de Guadalajara y que estaba a punto de enfrentar al público neoyorkino. A estas alturas me preguntaba qué pasaría por la mente de Daniela Liebman, quien estaba a minutos de debutar en una de las grandes capitales de las artes en el orbe entero, interpretando el Concierto número 2 para Piano y Orquesta de Dimitri Shostakovich. Cuando apareció en escena mi duda se esclareció: salió al escenario con tal gusto y tranquilidad, con una sonrisa de oreja a oreja y tremebunda calma, que llegué a pensar que quizá ella no dimensionaba lo trascendental de su aparición. Al comenzar los primeros compases del primer movimiento allegro del concierto que se estrenara originalmente en Moscú, en el año de 1957 y con el compositor al piano, Liebman mostró que sí dimensionaba la ocasión, pero lejos de achicarse se creció y la breves pero duras tablas que ha hecho a la fecha le permitieron lucir su soltura, dominio de la obra y expresividad interpretativa. Una vez llegado el andante, de intrínseca dificultad técnica -no por sus veloces escalas sino por lo cristalino de su línea melódica-, se notó de manera plena la tranquilidad y la emoción de la tapatía por estar ahí, derrochando matices y dulzura al por mayor. El tercer movimiento se convirtió en la cauda no solo del concierto, sino de un cometa que vino a colisionar con un conmovido público que, para no ser menos explícito, ovacionó a la tapatía de pié y con gritos de “brava” provenientes de todas las secciones del auditorio.
Antes del cierre del programa de la tarde con la Fantasía Romeo y Julieta de Tchaikovsky, Liebman coronó su participación con dos encores, mismos que salieron de sus manos como chispas y de una pianista que ejecutó con desenfado y aparente facilidad: la Toccata de V. Fillipenko y el Etude Op.25 No.12 de Chopin. Vaya cierre. Un gran día para la jovencísima pianista, quien este mes de noviembre ofrecerá un concierto en Múnich, con el famoso pianista chino Lang Lang.
Por Jorge Arturo Alcázar